En el devenir de la vida, a menudo nos encontramos en la tesitura de no darnos cuenta que estamos viviendo en la exigencia neurótica
Ésta, que nos lleva al desequilibrio, al sufrimiento emocional, se suele regir por tres premisas básicas de autoexigencia:
- Tengo que ser perfecto y hacer las cosas perfectas
- Los otros me tienen que respetar, porque yo los respeto
- La vida me tiene que tratar bien
Si mantenemos esta actitud frente estas premisas, donde a buen seguro que muchos os reconoceréis, no iremos adelante, no conseguiremos crecer.
Porque en el fondo, en estas premisas hay una búsqueda, un vínculo en :
- Cómo me relaciono conmigo mismo
- Como me relaciono con los otros
- Como me relaciono con la vida, con el Universo
La actitud sana, corresponde a pensamientos y actitudes, muy divergentes y confrontadas a las afirmaciones anteriores. Es decir: confío en mí mismo, actúo desde la responsabilidad y la cordura, con medida, y no espero que pase nada, por lo tanto el que pasa, qué es nada más y nada menos que la realidad, me está be, lo acepto!
Lidero mi día a día para que no me nublen las emociones, soy eficiente, me permito el error y gestiono el futuro de una manera clara y nítida y con objetivos realistas
Entonces, como no he esperado nada concreto, he confiado en que, pase lo que pase, sabré gestionarlo y liderarlo, por lo tanto lo que pase no me hace sufrir, es una oportunidad.
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