No hay nada que perdonar a los otros, solo hay que comprenderlos. ¿Quién se siente suficiente juez para perdonar a otro persona? A menudo nos decimos “No lo perdono porque no se lo merece”. ¡Qué locura! ¡Qué juicio tanto injusto!
Lo que sí hace falta es perdonarnos a nosotros, dejar de culparnos y victimizarnos, para no culpar los otros cuando no nos responsabilizamos de nuestra parte de la relación. Si nos perdonamos dejamos atrás las enormes culpas que sentimos y que no son justas ni con nosotros ni con el entorno con quien las volcamos.
¿Cómo queremos comprender los otros si no nos perdonamos nosotros?
Culpamos los otros porque no somos capaces de asumir que en todas las relaciones tenemos la mitad de la responsabilidad. Somos parte del bucle creado porque nosotros, igual que el otro, hemos cambiado el comportamiento hacia el otro y esto nos cuesta mucho de aceptar. El ego nos guía a culpar a quien tenemos delante por no sufrir y esto, en realidad, es lo que más sufrimiento nos provoca y no nos damos cuenta.
Tenemos que aprender que nuestra lógica es solo nuestra. Que los otros son también únicos y, por lo tanto, diferentes a nosotros. Tienen una mirada diferente a la nuestra, pero es igualmente válida.
¿Nos hemos preguntado por qué lo que hacen otros lo vivimos, a menudo, como un ataque personal?
Si me respeto, respeto el camino de los otros, su proceso de crecimiento y no los juzgo. Así pues, no me hacen daño sus comportamientos y, por lo tanto, no hay nada que perdonar, solo comprender, aceptarme incondicionalmente y, en consecuencia, también a los otros.
En resumen se trata de superar las propias culpas, de perdonarnos primero a nosotros mismos y desde este estadio más sereno podamos perfectamente excluir el juicio de lo que hacen los otros. Por lo tanto, ya no culparemos a nadie y esto hará que dejamos de sufrir, aceptando la realidad del que pasa. Quizás no nos gustarán conductas determinadas, pero no sufriremos más.
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