Influir, desde la Inteligencia Emocional Aplicada, es la habilidad para crear las condiciones necesarias para que suceda nuestro propósito u objetivo, aquello que nos hemos propuesto, desde sus valores éticos, filosóficos y espirituales.

Mi propósito personal es el éxito comunicativo. Es decir, desde que asumo la responsabilidad de mi comunicación (como también la de mi vida emocional), decido procurar, en todo momento, comunicarme lo mejor posible. Por eso, empleo siempre herramientas como la empatía y la asertividad en mi comunicación, porque lo importante no es atender las necesidades neuróticas de mi ego (orgullo, quedar bien, superioridad, etc.), sino el contenido de mi mensaje.

Lo digo siempre a mis alumnos: no se trata de lo que yo sé, se trata de lo que aprendéis vosotros.

La influencia, como el interés, nos lo han mostrado siempre como nocivo, como feo, como patrimonio de “malas personas”. ¡Qué despropósito!

Todo y todos nos movemos. Las emociones son lo que nos mueve por intereses del tipo que sean. Unas más altruistas y generosas; otras, más egoístas o unipersonales. Pero al final todas, absolutamente todas, legítimas y lícitas porque provienen de humanos con el nivel de conciencia que hayan logrado.

La relación entre diferentes intereses es balanceada por la capacidad o habilidad de influirnos respectivamente. Es decir, ni el interés –menos aún la influencia– es pernicioso. Lo que es es absolutamente normal. Por lo tanto, la Inteligencia Emocional Aplicada hará uso adecuado desde sus premisas ya descritas, pero nunca negará su autenticidad, su valía, ni su interés social ni influencia en nuestra cotidianidad. ¡Son herramientas!

Queremos Influir cuando tenemos algo que decir, cuando tenemos un interés, que sólo la propia conciencia tendrá que juzgar. Si estamos sanos haremos buen uso y los intereses influidos por otros los recibiremos sin juicio, sencillamente decidiremos que queremos elegir, y ¡basta!

Los seres humanos nos movemos por dos básicos motivos: por interés o por necesidad.

El interés con emoción es deseo. Aristóteles ya decía que el deseo es el motor de la humanidad y lo es porque contiene actitud. Fíjate si no como en todo lo que has puesto actitud en la vida como lo has superado…. 

¡Siento sano interés por influir!

La necesidad, en cambio, con emoción es anhelo. El anhelo es desear que cambien las circunstancias o los demás, sin la influencia en nosotros mismos. Es decir que cambien porque he puesto una expectativa, que es el preámbulo de la decepción.

¿Decides influir en ti mismo para percibir una vida de más calidad? ¿O anhelas tener esa vida por arte de magia?

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