Las exigencias neuróticas son interpretaciones que hacemos inconscientemente. Interpretaciones que, aunque podemos tomar consciencia de ellas, son inconscientes y, de una manera recurrente y compulsiva, se van repitiendo en nuestro día a día. Se repiten una y otra vez hasta que un día decidimos hacer un cambio de actitud y un cambio de creencias. Es entonces cuando empezamos a interpretar de una manera mejor nuestra realidad pasada, presente y futura para dejar de sufrir emocionalmente.
En sí misma la exigencia –neurótica o no– nos lleva siempre a la frustración y, por lo tanto, al sufrimiento. En nuestro diálogo interno, si nos instalamos en la exigencia, no dejamos alternativa a nuestra mente a que la realidad sea diferente. Es decir, la exigencia es muy autoritaria y no permite otra posibilidad ya que está basada, normalmente, en un interés personal inmediato, de gratificación y que sea ¡ya!
- Ejemplo de exigencia: Tengo que llevarme bien con todos mis compañeros de trabajo.
- Ejemplo de preferencia: Me gustaría llevarme bien con todos mis compañeros de trabajo.
Podemos ver cómo en el primer ejemplo es fácil que no se cumpla la exigencia. Por lo tanto, sufriremos. En cambio, en el ejemplo segundo se percibe como, si no se cumple, nos damos una alternativa y, por lo tanto, no padeceremos emocionalmente.
La exigencia repetitiva hace que entremos en un bucle inconsciente y constante de necesidad, que acaba convirtiéndose en neurótico y nos supone un sufrimiento exagerado. Esto tiene consecuencias en nuestro comportamiento y en cómo tratamos a los otros. Y es que los demás perciben nuestra exigencia neurótica como un síntoma de egoísmo y de menosprecio. También tendemos a culpar a los demás de los propios errores, dificultando enormemente, las relaciones sanas y duraderas.
Las tres grandes exigencias de cualquier ser humano son:
1. La vida y la profesión deben tratarme bien siempre.
Fijémonos como la necesidad exigente es en sí misma una neura, pues es evidente que la vida no es justa… ¿Cómo interpretamos pues que haya tantas personas que pasan hambre? ¿O esos padres que han perdido una hija o un hijo? ¿O esas personas que tienen muchas menos oportunidades desde su nacimiento por el mero hecho de ser nacidos aquí o allá? Etc.
2. Los demás, todos, deben respetarme.
En este caso la necesidad neurótica exigente la volcamos en lo ajeno, basados en la creencia que somos responsables del comportamiento de los demás. Es decir, como yo respeto a los demás, estos deben respetarme a mí. Y lo cierto es que ni todos tenemos el mismo concepto de respeto, ni mucho menos está basado en los mismos principios.
Por lo tanto, para no sufrir neuróticamente y responsabilizarnos sólo de nuestro comportamiento, podemos pasar a pensar: “Yo respeto a los demás y éstos que decidan libremente qué prefieren hacer con su comportamiento –respetarme o no–. En ningún caso dejaré que el comportamiento ajeno –aún cuando no sea respetuoso conmigo– me haga sufrir ya que no es mi responsabilidad.”
3.Tengo que ser y hacer las cosas perfectas. ¡Todo y siempre!
Aquí la irracionalidad de la exigencia neurótica está basada en cómo queremos que nos vean los demás. Exageramos el valor de la opinión de los otros. Si nuestra búsqueda es la perfección, al no existir, constituye en sí misma una fuente constante de sufrimiento neurótico. Y es que los seres humanos somos intrínsecamente imperfectos, por naturaleza.
Al repasar estas tres grandes exigencias irracionales y, por lo tanto, de sufrimiento exagerado y neurótico podemos ver cómo pertenecen a tres niveles diferentes vitales, a tres “cosmos” de interacción emocional. El primero alude a la vida, al universo… El segundo apela a los demás. Y, finalmente, el tercero y último se dirige hacia nosotros mismos.
Para superar estas exigencias neuróticas nos ayudará mucho “diagnosticar” adecuadamente nuestro diálogo interno, lo que nos decimos a nosotros mismos. También confrontarnos con nuestras tendencias de comportamiento y personalidad. Además podemos transformar las creencias irracionales y exigentes en creencias racionales y preferentes cuestionándonos nuestras interpretaciones de la realidad y relativizando su efecto terribilizador e insoportable. Por eso, siempre recomiendo que se busque ayuda de un profesional, si no se sabe por dónde empezar a hacerlo.
Foto: Nik Shuliahnin
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