La constancia es una gran herramienta que todos poseemos, que nos facilita un bienestar basado en la consecución, a menudo, de un mismo o parecido nivel en hábitos propios.
¡Todos tenemos la misma constancia! Unos la usamos y otros, no.
La constancia es una manera de hacer, en realidad, menos ambiciosa que la perseverancia, porque contiene menor riesgo y aspira: no a la excelencia, sino al medio nivel, pero que es de gran utilidad como primer paso, camino de la más compleja y trascendente perseverancia.
Además, es muy útil para personas que se han superado pero que han decidido, libremente, sostener lo que tienen sin asumir más complejidad y, por lo tanto, que se sienten bien consigo mismas en ese estadio. Es muy loable. Ya me gustaría a mí que todos usáramos la constancia de la que estamos dotados y que muchos no usan por no quererse suficiente, por no darse permiso para aspirar a SER, sin los condicionantes del ego.
Ser constante, al final, es tomar conciencia de que después del primer paso, va el segundo, luego el tercero y así sucesivamente. Si cumplimos con este simple requisito ya somos constantes y por ende disfrutaremos de sus enormes beneficios.
La perseverancia, en cambio, está compuesta de la propia constancia y de dosis de riesgo en el sentido de que el propósito a alcanzar es de largo alcance. En realidad, la perseverancia viene dada por el sentido de vida. Es decir, las personas con misión, con propósito de vida, con un sentido que trasciende su propio ser, tendemos a ser muy perseverantes, porque en ningún caso, esta manera de afrontar la realidad nos conlleva ningún esfuerzo, ni sacrificio.
Simplemente soy perseverante porque tengo muy interiorizado que tiene recompensa y que la quiero conseguir.
Para mí, ser perseverante supone disponer de una herramienta habitual en mi día a día, que me facilita mis logros y que me predispone a estar siempre motivado, a tener siempre ganas de abordar la vida con el sentido que he decidido.
Perseverar es dotar de inteligencia a la constancia, es darle un sentido abierto y profundo.
¿Por qué no me canso de ser perseverante?
Porque tengo confianza en que lo que quiero descubrir, no lo regalan. Porque tengo conciencia de que aspiro a una vida en plenitud y desde el descubrirme y sentirme en mi totalidad, me doy cuenta de que los hábitos diarios son fundamentales.
No se trata, en ningún momento de virtuosismo sino de sencillez, de humildad y, desde esa humildad, la autoestima necesaria para decirme que vale la pena lo que vivo y cómo lo vivo. Lo que me doy y lo que ofrezco a los demás.
¿Constante o perseverante? ¿O ni una ni otra? ¿Cómo vives tu vida?
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