¿Qué pasa cuando nos responsabilizamos, auténticamente, de nuestra vida emocional? Pues, por ejemplo, que aprendemos a regular nuestras emociones, a gestionar las propias creencias y a vivir sin sentir miedo ni al ridículo ni al fracaso, tampoco al éxito y menos aún al “qué dirán”. La responsabilidad de tu vida emocional te permite vivir ya admitiendo los errores sin culpa. También darnos cuenta que estamos en constante aprendizaje y que nos comprometemos con el propósito de continuar observándonos porque no tenemos ningún otro objetivo de llegar a ninguna parte más que donde estamos ahora: en el presente.

Nos aleja de la venganza cuando nos sentimos heridos y nos acerca a perdonarnos y a comprender a los otros, sin juzgarlos. Porque en la responsabilidad no hay juicio. Desde que tomamos el timón de nuestra vida emocional aprendemos que cuando hacemos daño a otro, también nos herimos a nosotros; que pueden no gustarnos comportamientos de los otros, pero que no son terribles. Los otros hacen y nosotros decidimos si nos afectan o no. Porque…

Todos siempre hacemos lo mejor que podemos en cada momento.

La libertad emocional no es posible sin responsabilidad personal, sin compromiso con un mismo. Responsabilizarnos, serenamente, de nuestra vida emocional nos lleva cada día a protegernos de la toxicidad, a escoger a quién ofrecemos energía y a entender que no todo el mundo quiere ser ayudado. También que hay gente que no quiere conocerse a sí misma y, por lo tanto, aceptar a todo el mundo allá donde están y a decidir dónde nos posicionamos, voluntariamente.

Cuando el ego tensa fuerte, es cuando sentimos más que tenemos las riendas de nuestra vida, que somos quienes gobernamos aquello que es nuestro. Cuando tomamos conciencia que queremos influir positivamente en nuestra vida nos damos cuenta que todo se hace más fácil y más ligero, que las dificultades son todas superables.

Uno de los muchos beneficios de madurar es el compromiso que uno toma consigo mismo porque no hay que hacer nada ya con sacrificio o esfuerzo. Nos decimos: “Me quiero bastante para hacerlo todo a gusto… O no hacerlo y no sentir culpa”.

Hay que aceptar que la felicidad es nuestra responsabilidad, de nadie más ni de ninguna circunstancia. Esto supone vivir con mucha paz interior.

Liderar nuestra vida nos conduce a la libertad emocional, desde la cual nunca más dejaremos el camino de descubrirnos, de comprendernos, de compadecernos y de empatizar con un mismo y con los otros.
¿Te apuntas a la lista de líderes de su vida?

 

Foto: John Canelis. Unsplash.

Entradas recomendadas

Aún no hay comentarios, ¡añada su voz abajo!


Añadir un comentario